No puedo resistirme a compartir este fragmento del libro de
Bill Bryson “Una breve historia de casi todo” en el que se narra la génesis de
nuestro planeta, merece la pena leerlo.
LA FORMACIÓN DE LA TIERRA
Hace unos 4.600 millones de años se acumuló en el espacio,
donde estamos ahora, y empezó a agruparse un gran remolino de gas y polvo de
unos 24.000 kilómetros de anchura. Casi toda su masa (el 99,9% de todo el
sistema solar) formó el sol. Del material sobrante que quedaba, dos granos
microscópicos se mantuvieron lo bastante próximos para unirse en virtud de las
fuerzas electrostáticas. Ése fue el momento de la concepción para nuestro
planeta. Y sucedió lo mismo por todo el incipiente sistema solar. Los granos de
polvo formaron agrupaciones cada vez
mayores al chocar. Llegó un momento en que esas agrupaciones fueron ya lo
suficientemente grandes para que pudieran calificarse de planetesimales. Como chocaban
sin cesar, se fracturaban y escindían y recombinaban en infinitas permutaciones
al azar, pero en cada uno de esos choques había un ganador, y algunos de los
ganadores adquirieron tamaño suficiente para dominar la órbita por la que se
desplazaban.
Todo eso sucedió con una rapidez extraordinaria. Se cree
que, para pasar de una pequeña agrupación de granos a un planeta bebé de unos
centenares de kilómetros de anchura, sólo tuvieron que pasar una decenas de
miles de años. La tierra se formó básicamente en sólo doscientos millones de
años, tal vez menos, aunque aún estaba fundida y sometida al bombardeo
constante de toda la basura que se mantenía flotando a su alrededor.
En este punto, hace unos 4.400 millones de años, se estrelló
en la Tierra un objeto del tamaño de Marte, lo que causó una explosión que
produjo material suficiente para formar una esfera acompañante: la Luna. Se
cree que, en cuestión de semanas, el material desprendido se había reagrupado
en un solo cuerpo y que, al cabo de un año, había formado la roca esférica que
todavía nos acompaña. La mayor parte del material lunar se considera que
procede de la corteza de la tierra y no de su núcleo, por eso la luna tiene tan
poco hierro mientras que nosotros tenemos un montón. La teoría, dicho sea de
paso, se expone casi siempre como si fuera reciente, aunque la propuso, en
realidad, en la década de los cuarenta, Reginald Daly de Harvard. Lo único que
tiene de reciente es que ahora se le presta atención.
Cuando la Tierra tenía sólo un tercio de su futuro tamaño es
probable que estuviese empezando a formar una atmósfera, compuesta
principalmente dióxido de carbono, nitrógeno, metano y azufre. No es ni mucho
menos el tipo de material que asociaríamos con la vida y, sin embargo, a partir
de ese brebaje tóxico se creó la vida. El dióxido de carbono es un potente
gas de efecto invernadero. Eso estuvo
bien, porque entonces el sol era significativamente más tenue. Si no hubiésemos
disfrutado de la ventaja de un efecto invernadero, posiblemente la Tierra se habría
congelado de forma permanente y la vida nunca habría llegado a conseguir un
asidero. Pero lo cierto es que lo hizo.
Durante los 500 millones de años siguientes, la joven Tierra
siguió sometida a un bombardeo implacable de cometas, meteoritos y demás
desechos galácticos, que trajeron agua para llenar los mares y los componentes
necesarios para que se formase con éxito la vida. Era un medio singularmente
hostil y, sin embargo, de algún modo la vida se puso en marcha. Alguna diminuta
bolsita de sustancias químicas se agitó, palpitó y se hizo animada. Estábamos
de camino.
Cuatro mil millones de años después, la gente empezó a
preguntarse cómo había sucedido todo. Y hacia allí nos lleva nuestra próxima
historia.
La naturaleza y las
leyes naturales yacían ocultas en la noche.
Dijo Dios”!Hágase
Newton!”. Y se hizo la luz.
ALEXANDER POPE
Epitafio: destinado a Sir Isaac Newton